A continuación dejamos un artículo sobre el proceso de restauración de lo “putti” que, que ha corrido a cargo de la restauradora doña Rocío Saez Millán:
Realizándose labores de limpieza y adecuación en la capilla de la Virgen de la Cabeza, se encontraron semienterrados dos figuras talladas en madera, y parcialmente policromadas, bajo el banco del altar del retablo, en pésimo estado de conservación. Se tratan de dos figuras de niños, o puttos (en plural puttis, término italiano con el que se conocen a estas imágenes de infantes no alados) que portan una especie de cornucopia dorada y policromada. En un principio, debido sobre todo al lugar en el que se encontraron, se pensaron que eran más antiguas de lo que realmente lo son, pero en exámenes posteriores se comprobó que dichas cornucopias estabas perforadas para alojar un cableado, y la forma convexa final de dicha cornucopia debió de servir para soportar, cuando menos, el casquillo y la bombilla que convertirían a ambas piezas en dos lámparas. Si a este dato delator le añadimos la baja calidad del pigmento y de la policromía de la pieza, ambas figuras deben de ser de principios del siglo XX en adelante.
Sea como fuere, el período indefinido en el que se llevaron escondidas del Tiempo y de los ojos de los hermanos, causó gravísimos estragos tanto a nivel polícromo como estructural. Las peanas o bases tenían pudrición parda, con pérdida del estrato inferior, y disgregación en parte del inmediato superior, debido a la desnaturalización del material. En una de las figuras, la que goza de mayor movimiento y dinamismo, la disgregación del material era tal, que había provocado la rotura de la base por la falta de consistencia de la materia, llegando a partir el pie de la imagen, y provocando numerosas grietas longitudinales por toda la figura.
Los continuos contrastes de humedad y temperatura, provocados por el sitio en donde fueron halladas (el cual no estaba ni siquiera ensolado) y por la forma en la que fueron semisepultadas, habían perjudicado a su vez al soporte y estructura de ambas figuras. En el hipotético caso de haber sido completamente enterradas, o en su defecto si hubieran estado al aire, el estado en el que se hubieran encontrado hubiera sido seguramente mejor, ya que al ser la madera un material higroscópico, las humedades del suelo y la sequedad del ambiente ejercían un drástico contraste sobre las figuras, dejando como una carcasa despegada todo el grueso de la capa pictórica del soporte ligneo.
Otro factor de deterioro que afectó gravísimamente a las figuras fue la presencia de sales solubles, y no solubles, tanto en la madera de soporte como en las capas pictóricas. Se intentó por todas las formas posibles conservar y adherir la poca policromía que tenía, pero la falta de calidad del pigmento utilizado, así como la calidad del estuco que tenía y su degradación por el medio en el que se conservó durante años, junto a la dificultad de limpieza de las mencionadas sales, han hecho que se conserve menos del diez por ciento de dichas capas.
Finalmente, no se pudo conservar la peana de la figura que estaba en peor estado, cambiándose por otra de madera de pino adaptada a sus pies. La otra fue tratada, consolidada y rellenada de pasta de madera, para volverla a poner al uso. Las fisuras estructurales fueron selladas, se limpiaron todas las sales posibles del soporte, y se repuso el estuco faltante de la figura, coloreándolo y dorándolo posteriormente para poder volver a darles un uso.